martes, 29 de diciembre de 2015

Adoctrinamiento paulatino

Uno de los recuerdos más lindos de mi infancia es cuando jugaba con mi hermano a los carritos y creábamos mundos totalmente ficticios o con una realidad bastante distorsionada. También cuando asumíamos roles reflejados en muñequitos que nuestros padres nos regalaban y que a duras penas nos cabían en las manos por lo grandes, esbeltos y dimensionados que eran. Me encantaban esos días.

En algunas ocasiones coincidíamos con primas o con hijas de las amigas de mi madre, que bien iban a mi casa a tomar el algo (pasar la tarde) o bien nosotros íbamos a hacer lo propio en sus casas. Ellas, a excepción de una compañera de clase que después resulto ser lo más gótico que he visto, jugaban con cocinitas a escala, con muñecas, coches de bebés y con bebés propios hechos con especificaciones muy detalladas que cualquier incauto hubiese confundido con un niño de verdad. ¡Cuáles amas de casa y madres prematuras!

Por supuesto en ese momento lo veía todo muy normal e inocente. Si a nosotros nos gusta jugar con carritos y a la lucha libre, pues a ellas les gusta jugar a ser mamás tiernas que les dan tetero a sus lindos bebés.

Mucho después, terminando el colegio y empezando la universidad, mis ojos se fueron abriendo poco a poco. ¿Por qué a las niñas desde tan pequeñas las preparan para ser máquinas de reproducción? ¿Por qué, en su gran mayoría, los padres etiquetan a una niña como cocinera en potencia o como experta en hacer las labores del hogar? ¿Por qué muchas veces las niñas no tienen un incentivo diferente que el de llevar un coche de bebé u obedecer a todo lo que diga su esposo el jefe de la casa? Eso además de ser un pensamiento machista y propio de siglos pasados, es un adoctrinamiento paulatino.

Es una sociedad que adoctrina, consciente o inconscientemente, a las niñas para que sigan el proceso que nos está llevando al caos, el de una reproducción acelerada y una superpoblación irresponsable. Ya no necesitamos salvar la especie, ya no necesitamos procrear como conejos. Esa edad en que la humanidad estaba al borde de la extinción terminó, y paradójicamente lo que nos tiene al borde del colapso ahora es precisamente el montón de gente que hay ahora en el planeta.

Instituciones como la Iglesia Católica propician esas prácticas, prácticas tan antiguas como ella misma. Muchos sacerdotes con pensamientos retrógrados no se cansan de pregonar a diestra y siniestra que el único y verdadero objetivo de la vida es formar una familia compuesta principalmente por hijos. He estado en muchas homilías donde incluso el sacerdote parece un abogado contratado por esposos maltratadores, y hacen parecer como victimarias a las esposas que lo único que hacen es recibir humillaciones y en muchas ocasiones maltratos físicos; con discursos en los que se puede inferir que la mujer debe ser sumisa porque así lo dice la Biblia.

Canales de televisión prestigiosos (cuyos nombres omitiré) tienen como norte editorial los documentales que incentivan la maternidad, la vida en pareja en que la mujer desempeñe un rol pasivo, el machismo en su máximo nivel. Son muchos los negocios que les conviene que el mundo esté lleno de gente: Aerolíneas, supermercados, industria textil para bebés… pero debe primar el bien común y no el de algunos.

Quien esté leyendo seguramente ha revisado varias veces el autor de estas palabras. Podría pensar que es una feminista defensora certera de los derechos de la mujer. Quien haya leído mis otros artículos sabe perfectamente mi posición acerca de la superpoblación, la religión e incluso mi postura sobre algunos temas polémicos de la mujer como el aborto.

No me opongo al instinto natural de las niñas de ser madres e incluso de casarse. Me opongo a que se les programe desde pequeñas a desempeñar papeles que quizás no están orientados a la lógica de la actualidad. Me opongo a que se les coarte sus sueños, que perfectamente pueden estar en dirección de ser mujeres profesionales solas, con dinero y viajando por el mundo. 

El adoctrinamiento paulatino debe cesar, no solo por el bien de nuestras niñas, sino por el bien de toda la sociedad.

Andrés F. Ruiz
Negociador Internacional,
Estudiante de Economía.