viernes, 17 de octubre de 2014

Proceso de Paz en Colombia

"Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada". Eso dijo el escritor británico Gilbert Keith Chesterton, y no pudo haber estado más acertado. 

Nuestro país, Colombia, está pasando en estos días por un momento histórico, por un momento que para bien o para mal, quedará plasmado en los libros de Ciencias Sociales que nuestros descendientes estudiarán. Los colombianos estamos literalmente "viviendo la historia", presenciando sucesos que marcarán un hito en la 'vida' de nuestra nación, que darán un giro trascendental al concepto que nosotros mismos tenemos como país, sucesos que les dará al resto de ciudadanos del mundo una imagen diferente de Colombia, de una Colombia ensangrentada por más de 50 años, de una Colombia que ha sufrido los estragos de un conflicto interno que se ha transformado en una guerra narcoterrorista de guerrillas contra el Estado y contra el pueblo colombiano.

Por lo menos eso es lo que pretende el Proceso de Paz que está adelantando en La Habana el Gobierno de Juan Manuel Santos con la organización terrorista FARC. Proceso de paz que tiene como país sede a Cuba (mediador al igual que Noruega) y como veedores a países como Venezuela y Chile. 

No es entonces poco decir que Colombia está pasando por un momento importante en su historia al negociar la paz con un grupo que tanto daño le ha hecho al país durante décadas. Un grupo que empezó con ideales válidos (aunque anacrónicos), con propósitos en pro de las clases más necesitadas de la sociedad, con objetivos enfocados a otorgarle más dignidad y reconocimiento a los campesinos; pero que evidentemente desvió sus consignas y su misión. Las cambió por poner bombas en poblaciones atestadas de civiles, por secuestrar y matar personas inocentes, por reclutar menores, por atentar la infraestructura del país... por violar los Derechos Humanos. Un grupo terrorista que ha hecho estigmatizar a Colombia en el mundo, a los colombianos de bien que viajan buscando mejores oportunidades o que simplemente quieren conocer otros lugares.

Es cierto que las FARC no son los únicos responsables de la 'desdicha colombiana', que ha habido y hay organizaciones que todavía le hacen mucho daño al país, pero sin lugar a dudas ellos han sido los que más actos atroces han cometido contra sus propios compatriotas. Sin embargo, el Gobierno Nacional está hoy sentado en La Habana negociando con sus representantes, sin desmovilizase, sin dejar las armas y continuando con sus crímenes de lesa humanidad en territorio colombiano.

Este Proceso de Paz cambiará la agenda nacional, sea cual sea su término, pues se ha puesto de manifiesto por parte del presidente Juan Manuel Santos, que "el fin justifica los medios", que hay que conseguir la paz cueste lo que cueste, que la sociedad colombiana tiene que ponerse de tú a tú con sus verdugos y escuchar sus exigencias.

Como cualquier colombiano que ama a su país, que quiere a su Patria, también quiero y anhelo la paz, pero no a cualquier precio. Quiero una paz sin impunidad y con justicia social, una paz sin burla a nuestras Fuerzas Militares, una paz incluyente y con visión de futuro; una paz que como dije anteriormente le dé una imagen a Colombia de lo que realmente somos: un país de emprendedores, de gente cordial con el extranjero; un país en el cual invertir y prosperar, donde hayan oportunidades para todos; un país digno y no entregado a una guerrilla narcoterrorista.

Con mucha tristeza e indignación veo a algunos sectores de la sociedad colombiana cuando ponen en manifiesto penas irrisorias para los cabecillas de la FARC, como trabajo comunitario o trabajo de campo para 'desminar' las zonas rurales. 

No me opongo a que un guerrillero raso (sin crímenes de lesa humanidad) pueda hacer política, es incluso bueno para la democracia y para la representación y diversidad política del país. Lo que sí es totalmente inconcebible es que los comandantes guerrilleros ocupen alguna vez cargos públicos, representando a una sociedad que ellos mismos ordenan masacrar, algunas veces solo por pensar diferente a ellos.

Como dijo Gilbert Keith: "Uno de los extremos más necesarios y más olvidados en relación con esa novela llamada Historia, es el hecho de que no está acabada". Y no está acabada, nuestra historia aún no acaba, y esto del Proceso de Paz es un "acontecimiento en pleno desarrollo", como dice el venezolano Walter Martínez.

Andrés F. Ruiz
Negociador Internacional,
Estudiante de Economía.

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